jueves, 10 de noviembre de 2011

De héroes sin atributos

Su autor Julio Premat, catedrático argentino residente en Paris, sostiene que la escritura moderna en la Argentina supone, en simultáneo con la producción de una obra, la construcción de una figura de autor.
Una figura de autor en el plano tradicional y conocido de los medios culturales, académicos y editoriales, como, un personaje de autor, una ficción de autor en los textos. Esa ficción a menudo aparece marcada por una representación contradictoria: ser un gran escritor es no ser nada o nadie.
Así, el libro se ocupa de seis escritores que, a pesar de sus diferencias, pueden asociarse en las maneras de trabajar una autofiguración.
Macedonio Fernández: el gran mito de la literatura argentina, el escritor que no escribe, el escritor de la novela futura.
Borges: el escritor de la reescritura, de una originalidad hecha de repetición, tanto en la producción como en la identidad.
Di Benedetto: escritor del silencio, de una extrañeza casi demente pero siempre lacónica.
Osvaldo Lamborghini: escritor del goce, de lo no escribible, de una destrucción utópica del lenguaje en lo pulsional y, también, el nuevo mito del escritor maldito.
Saer: el escritor borrado, sin imagen ni biografía, que delimita una presencia fuerte a través de la construcción ambivalente de un lugar y de una compleja gama de personajes de escritor.
Y, por último, Piglia: investigador detectivesco, delincuente demente, máquina de escribir o lector de la cultura universal, que presenta su relación con la literatura como una apropiación ilícita, una despersonalización radical o un borrado de la identidad del hombre que escribe.
Indaga en este trabajo las autofiguraciones de autor en la Literatura Argentina, Premat se ocupa de indagar cómo Macedonio Fernández, Borges, Di Benedetto, Osvaldo Lamborghini, Saer, Piglia y Aira, se construyen a sí mismos por las huellas que se encuentran en sus textos.
Esas autofiguraciones se perciben como un vestigio que el texto deja. Esto vestigios no son tributarios de los biografismos, sino que por el contrario son marcas que el texto evidencia en un camino retrospectivo, hacia el final de la lectura y explorando hacia atrás la obra, se consuma una posible figura de autor.
De indudable filiación saeriana como el propio Premat refiere en la introducción, el texto no sólo aprovecha algunas conclusiones expresadas en su anterior libro “La dicha de Saturno. Escritura y melancolía en la obra de Juan José Saer”, sino que además asedia ciertas constantes que importan por un lado la insistencia de los escritores a inscribirse dentro de una tradición y al mismo tiempo a destacar la fuerte dimensión negativa del sujeto que escribe, como si el escritor no fuera nada ni nadie.
La ilusión biográfica y la ficción de autor son los ejes sobre los que Premat elabora su hipótesis que no se fija en ese “ya sabido” que postula que las figuras de autor son construcciones ficcionales, sino que indaga cómo es posible encontrar las trazas a lo largo de todo un proyecto literario, finalmente es el texto el que da cuenta de una figura de autor.
Así la elaboración de la obra corre en paralelo a la construcción esa figura cuya muerte fue decretada por Barthes hace 40 años pero que regresa de otro modo, como bien señala Martín Kohan, no hay un regreso a la dimensión de autor de la que también se ocupó Foucault (“función escritor”) sino que el retorno a la indagación de esas figuras supone ver a los autores con las heridas de su rendición.
Borges decía que Macedonio profería una frase fantástica y se la atribuía a otro, esa condición que podía ser imputada a la humildad tal vez fuera el germen de la propia negación, una construcción hecha de negatividad, pero que al cabo, deja sus rastros.
Premat, nos lleva a repensar la construcción de los linajes y las tradiciones y nos cambia el eje, ya que si la autocanonización de Lugones es un punto de partida para pensar cómo el resto se construye en tanto autor, fracasada la operación lugoninana de constituirse en el patriarca, sigue configurando un punto de referencia para los que llegando después se construyen, análogamente a su proyecto literario.
Premat a despecho, tal vez, de su voluntad construye un canon. En él se proyecta el oximorón que Juan José Saer heredó de Macedonio “no puedo narrar, entonces narro” y cuando el proyecto que parte de la negatividad, se consuma, los sesgos de ese héroe sin atributos, producto de la negación misma, nos susurran una figura de autor.


Comenzaremos su análisis.

4 comentarios:

  1. Saer no me gusta y Piglia dejó de interesarme.
    Por lo demás, me vino a la mente algo que decía Pessoa, y es que, para vivir, lo que se necesita es un semblante. Supongo que con más razón en el caso de los escritores. Lástima que algunos sólo se queden en eso (que de todos modos, no es poco).

    Un saludo

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  2. ¡Por fin puedo dejar comentario! No sé qué ha pasado pero las máquinas parecieron conspirar en mi contra!. Muy interesante el trabajo, y desde mi ignorancia, intuyo una gran certeza: el autor creado a través de su obra, o mejor dicho, el personaje de autor. A mí me ha divertido esa construcción en el caso de Macedonio Fernández, un maestro de la digresión aparente, además. Besos, seguiremos.

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  3. Mi idea, ligera, sobre el asunto no viene a apoyar la tesis de que el autor no es nadie ni nada, algo habrá de ser, pero si creo que es necesario podar de su figura un cierto número de atributos que pueden convertirse en algo despreciable, como la etiquetación en una escuela o en un estilo. Evidentemente es el texto lo primordial, aunque la divagación sobre las biografías de algunos autores depare tantas respuestas. Del canon propuesto, no descarto a ninguno, solo que de Lamborghini apenas conozco nada, salvo alguna referencia de Fogwill. A ver cómo encuentro el libro de Premat...

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